
Un hombre que tiene más título de liga que la gran mayoría de equipos del fútbol colombiano. Este sábado, en su casa en la ciudad de Cali, falleció a los 90 años Gabriel Ochoa Uribe, el técnico más ganador en la historia de nuestro balompié.
Ganó siete con el América, cinco con Millonarios y uno con Santa Fe. Un antioqueño que dejó los regionalismos atrás y fue campeón con dos equipos de Bogotá y uno de Cali y que fue el mentor de varios exfutbolistas que siguieron su legado, como Julio César Falcioni y Ricardo Gareca. Jorge Luis Pinto también fue su alumno más adelantado.
“Murió a las 7:40 de la noche, en su casa. Con mamá al lado suyo, en paz, sin dolor”, confirmó Héctor, su hijo.
Con 27 años arrancó su carrera como director técnico y se demoró poco en sumar sus primeros logros al palmarés. En 1959 consiguió su primer título en el banco albiazul. En 1961, 1962, 1963 y 1972, los otros. En el medio se fue a “Santafecito” -como él llama al cuadro albirrojo de Bogotá- y triunfó en 1966. Cuando pensaba que estaba retirado de la dirección técnica y se encontraba cómodamente ejerciendo su amada medicina en un consultorio de Bogotá, el amor por el fútbol lo convenció de nuevo.
En 1978, Pepino Sangiovanni, por entonces presidente del América, lo buscó y se lo llevó al club escarlata. Ochoa consiguió terminar con la ausencia de trofeos y entrenó a planteles colmados de cracks con los que fue campeón siete veces (1979, 1982, 1983, 1984, 1985, 1986 y 1990). Además, llegó a tres finales de Copa Libertadores (1985, 1986 y 1987). Todas las perdió. La última, la más dolorosa: se le escapó por segundos con el gol de Diego Aguirre que todavía no deja de torturarle sus recuerdos.
La consagración continental sí la consiguió un hombre que reconoció con caballerosidad el legado del Médico. Francisco Maturana, el otro técnico más importante en la historia del fútbol colombiano, fue campeón de la Copa Libertadores en 1989 con Atlético Nacional y lo primero que hizo fue enviarle una carta a Ochoa dedicándole el título.
“Usted, doctor Ochoa, ha sido y será siempre para mí el técnico empujador que nos abrió el camino y el decano que nos enseñó no solo del buen fútbol, sino a enfrentar el triunfo y la derrota con la madurez que necesitamos quienes escogimos esta profesión. Hoy que he cumplido con una meta, el ser campeón de la Copa Libertadores de América, objetivo que usted siempre anheló, quiero con toda la humildad y la sinceridad de que soy capaz, ofrecerle a usted este preciado trofeo como mi afectuoso reconocimiento a su persona y su ejemplo”, dice la carta realizada en una máquina de escribir por Maturana, quien conoció a Ochoa Uribe cuando fue a que le tratara una lesión, a final de la década del 70, tiempos en los que no imaginaba que se convertiría en su ídolo e inspiración.
Por siempre…
Tomado El Espectador